Dos noches de carnal para toda la vida.
Por Sofía Llamedo.
Sabemos que cumplir 40 años en la industria de la música no es poca cosa en nuestro país, pero si de algo saben Los Fabulosos Cadillacs es de festejar y perdurar. No como un gesto nostálgico, sino como una práctica constante. Pasaron por bares y teatros en sus comienzos, por cambios de formación, crisis internas y externas, llenaron estadios como Obras y River, y giraron por Europa y toda América. Tuvieron un impasse entre 2002 y 2008, pero la magia sigue intacta. Cuatro décadas después, siguen sonando actuales, necesarios y, sobre todo, colectivos.
El sábado 13 y domingo 14 de diciembre cerraron sus festejos en el Estadio Ferro ante más de 30 mil personas, con shows de más de dos horas de puro ritmo y sentimiento. Lógicamente, con 40 años arriba del escenario, su público mutó y ahora predominan las familias y los grupos de amigos atravesados por décadas de hits. Padres con hijos sobre los hombros y amigos que se conocen de memoria cada estribillo.
Este domingo, con un cielo completamente gris sobre el Estadio, pasadas las 21 h los músicos comenzaron a ingresar al ritmo de una intro que le dio el pie a “Manuel Santillán, El León” y al primer pogo de la noche. El arranque continuó con “Demasiada presión”, que habilitó los primeros pasitos de baile, y con “Mi novia se cayó en un pozo ciego” volvieron los saltos, como para no perder el ritmo en una noche calurosa de diciembre. El campo empezó a latir como un solo cuerpo.
“Carmela”, que forma parte de Rey Azúcar, el séptimo álbum de estudio publicado en 1995 y grabado en Nasáu, la capital de las Bahamas, trajo un primer viaje al pasado. Luego, en “Condenaditos”, homenajearon a Goyeneche con la interpretación de “La última curda”. Después de “El genio del dub”, para “Calaveras” subió “Jay” Cianciarulo, hijo de Flavio, a tocar la guitarra, en una canción que finalizó coreada por el estadio completo. El recambio generacional ya es un hecho.
“Muy buenas noches. Muchas gracias por esto. Para nosotros esto es impensado, jamás nos imaginamos tanto tiempo. Quizás es suerte, y no sé qué más, pero sí estamos seguros de que es puro amor lo que nos trajo hasta acá. Gracias a nosotros, a nuestras familias y a ustedes”, fueron las primeras palabras que emitió Vicentico, relajado y cercano, mucho más simpático que de costumbre. En los minutos posteriores, Flavio hizo un solo en el que interpretó el Himno Nacional Argentino enganchado con “Mañana en el Abasto”, de Sumo. Un cruce potente entre la historia nacional y ADN del rock.
Para los nostálgicos interpretaron canciones que tocaron las fibras más íntimas como “La vida”, “Estrella de mar”, “Silencio Hospital” y “Gallo rojo”. Al finalizar esta última, el campo de Ferro vibró al ritmo de: “El que no salta votó a Milei”, iniciado espontáneamente desde el público, y Vicentico bromeó aparte: “Me obligan a saltar”.
El ritmo volvió rápidamente con “Padre Nuestro”, esta vez más cumbiero y casi rapeado por Vicentico, una canción que reversionaron junto a Pablito Lescano. “Cartas, flores y un puñal” y “Vos sabés” sonaron con varios de los hijos de los integrantes sumándose al escenario. Sin dudas, uno de los momentos más emotivos de la noche, donde brotaban los abrazos familiares entre el público. Continuaron con “Saco Azul” y Valeria Bertuccelli apareció para recitar el monólogo central con la euforia justa y el dramatismo a flor de piel.
Con 40 años de historia es difícil no dejar hits afuera, pero el final estuvo a la altura del cumpleaños. “Siguiendo la luna” tuvo otro guiño a Sumo; luego “Te tiraré del altar” provocó un desahogo colectivo antes de liberar el grito en “Mal bicho”.
“Matador” y “Carnaval toda la vida” ocuparon los últimos lugares de la lista, dignos de cerrar una fiesta en época de carnaval, acompañados por La Bomba del Tiempo. Después de una falsa despedida, volvieron al escenario para cerrar la noche con “Vasos vacíos” y “Yo no me sentaría en tu mesa”, y coronar el festejo con “N°2 en tu lista” junto a Santiago Motorizado. Más que un aniversario, Los Fabulosos Cadillacs celebraron algo más difícil de conseguir: seguir siendo un punto de encuentro.